lunes, 30 de abril de 2012

Leo Masliah


un día yo quise saber si la quería
y fui a buscar alguna flor de margarita
no pude hallar ninguna pero en un baldío
encontré una flor que no conocía
me puse a deshojarla
y hete aquí lo que me salió:

yo te quiero alegre, yo te quiero triste
te quiero llorando de felicidad
te quiero angustiada frenéticamente
loca de contenta, muerta de ansiedad

yo te quiero enferma, yo te quiero sana
quiero que padezcas de buena salud
quiero que disfrutes tus enfermedades
en el lecho cómodo de tu ataúd

yo te quiero en broma, yo te quiero en serio
te quiero conmigo, te quiero sin mí
yo te quiero en serie o en artesanía
te quiero desde la hache hasta la i

yo te quiero sobria, yo te quiero en curda
me gustas de una manera general
con el corazón o con la vena cava
te quiero con estudiasmo visceral

quiero que me vengas con una bandeja
yo te quiero libre. te quiero encerrar
yo te quiero cerca, yo te quiero lejos,
yo te quiero viva, te quiero matar

yo te quiero aparte, yo te quiero en negro
yo te quiero santa, yo te quiero infiel
yo te quiero virgen, yo te quiero monja
yo te quiero trabajando en un burdel

yo te quiero tanto, yo te quiero, tonta,
yo te quiero, tómalo o dejálo
yo te quiero en contra de mis sentimientos
yo te quiero y no te estoy hablando de amor

...

9 DE JULIO (de "12 cuentos")
Buenos Aires, Argentina. Día de sol. Avenida 9 de Julio. Semáforo rojo. Se junta gente que quiere cruzar. Enfrente también. El semáforo demora. Viene más gente por ambos bandos. Cada destacamento mira firmemente el semáforo opuesto, haciendo acopio de fuerzas. “Ánimo, muchachos”, dice un individuo a sus compañeros de acera, “ya llegará el día en que podamos cruzar”. Los demás lo reconocen inmediatamente como su líder. “Quizás algunos mueran en la empresa”, sigue diciendo él, “pero esos quedaran para siempre en nuestros corazones”. El semáforo continúa en el rojo. En frente, el bando contrario designó como líder a una mujer. Su aparatoso tren delantero la hace especialmente apta para violentos impactos frontales con peatones de sentido opuesto. “Estamos contigo, Tatiana” le gritan algunos. “Ese no es mi nombre” contesta ella, pero igualmente lo asume, como Wojtila el de Juan Pablo. Desde enfrente, el otro líder la mira, y le muestra el dedo medio de su mano derecha. Sus camaradas, hombres y mujeres, lo imitan. Algunos tienen binoculares y eligen contra quien van a chocar. Otros despliegan la navaja de su alicate, y la exhiben a modo de proa. De pronto, semáforo amarillo. Un estudiante, de los de Tatiana, pregunta si puede pintar de azul el vidrio amarillo del semáforo que está de su lado, para que quede verde y los del bando contrario, al tratar de cruzar, sean apisonados por los coches. La jefa le pide paciencia, y le asegura que a su debido tiempo ningún adversario quedará en pie. El estudiante recita a García Lorca “verde que te quiero verde”. Por fin el semáforo cambia. “A ellos”, grita el líder de enfrente, “hay que enterrarlos en el asfalto; el sol esta de nuestra parte y ya lo reblandeció un poco”. Ambas cohortes inician su marcha hacia la colisión. Tatiana se acomoda el corpiño. El otro líder acomoda a su gente por orden de altura. “Las mujeres y los niños primeros”, dice. Todos avanzan con paso resuelto. Los autos, inmóviles, observan el espectáculo, y una cuadrilla de niños marginales que habitualmente se dedica a limpiar los vidrios de los coches a cambio de monedas, está ahora levantando suculentas apuestas referidas al desenlace de la cruzada peatonal. Atención, faltan pocos metros. Ya está, ya está. Dos pasos, un paso. Y entonces, súbitamente, todos cambian radicalmente su actitud. Empiezan a pedirse permiso unos a otros y a esquivarse. Se acabó Tatiana. Apenas si se producen algunos roces totalmente inocuos. Nadie cae, nadie es aplastado. Todos llegan a destino, a las respectivas aceras de enfrente, y continúan los abúlicos trayectos que habrán de conducirlos al desempeño de sus estúpidas ocupaciones. Nadie recuerda su intención preliminar. Todos fingen civismo, qué cagones.


José Leo Maslíah, nació el 28 de julio de 1954 en Montevideo, Uruguay. Es músico y escritor. Como compositor e intérprete de música del género llamado "culto", participó en conciertos y grabaciones de música contemporánea uruguaya, argentina y de otros países. Editó, como solista, cerca de 40 trabajos discográficos y 40 libros, entre los que se cuentan novelas, recopilaciones de cuentos y obras de teatro. En 1994 fue nominado por la Fundación Konex entre las cien mejores figuras de las letras argentinas de la década 1984-1994. Varias de sus obras de teatro fueron estrenadas en Montevideo y Buenos Aires con puesta en escena del autor u otros directores.

Leído por Silvia Castro en el Primer Festival de Poesía en la Escuela. 

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